Nuestra

Comunidad

La Congregación de Santa Cruz es una “congregación religiosa compuesta por dos sociedades distintas de religiosos, una de religiosos sacerdotes y otra de religiosos hermanos, unidos en una fraternidad indivisible” (Constituciones, 1,6).

Algunos son llamados por Dios a la vocación sacerdotal. Estos hombres, además de su consagración como religiosos, son ordenados como sacerdotes para predicar la Palabra y administrar los Sacramentos. Otros son llamados por Dios a la vocación de hermanos. Estos hombres, a través de su consagración como religiosos, se dedican a una variedad de ministerios al servicio de la Iglesia.

Sin embargo, tanto si ejercemos el ministerio como sacerdote o como hermano, todos en Santa Cruz nos conformamos con Cristo para siempre a través de la profesión de los votos religiosos de pobreza, celibato y obediencia según nuestras Constituciones. Como sacerdotes y hermanos en Santa Cruz, trabajamos, rezamos y vivimos unidos por nuestro “común fundador, tradición, regla, gobierno, modo de vida y misión” (Constituciones 1,6).


Cuando el Beato Basile Moreau fundó Santa Cruz, previó ese vínculo familiar que unía a los miembros de la Congregación como uno solo. En la Carta Circular 14 del 1 de septiembre de 1841, presentó para Santa Cruz el modelo de la Sagrada Familia de Jesús, María y José.

Siguiendo este modelo, ese mismo año, Moreau había creado un grupo de hermanas religiosas para compartir la vida y el trabajo común de los hermanos y sacerdotes de Santa Cruz.

Cuando la Santa Sede aprobó la Congregación de Santa Cruz como una congregación de sacerdotes y hermanos el 13 de mayo de 1857, exigió que las hermanas se separaran como una congregación propia con su propia estructura de gobierno.


Hoy existen tres grupos de hermanas -las Marianitas de la Santa Cruz, las Hermanas de Santa Cruz y las Hermanas de la Santa Cruz- que remontan su herencia espiritual y su tradición a Moreau. Estas hermanas, junto con los sacerdotes y hermanos de la Congregación de Santa Cruz, forman la familia religiosa de Santa Cruz.


Para Moreau, esta unión de nuestros religiosos no era simplemente una ayuda para nuestra misión; era una parte esencial de esa misión para hacer avanzar el reino de Dios aquí en la tierra. Hasta el día de hoy, nuestra vida religiosa común y la unión que fomenta entre nosotros como religiosos sacerdotes y hermanos religiosos siguen siendo una parte constitutiva de nuestros ministerios.


Es esencial para nuestra misión que nos esforcemos por permanecer juntos con tanta atención que la gente observe:
“Mirad cómo se aman”. Seremos entonces un signo en un mundo alienado: hombres que, por amor a su Señor, se han convertido en prójimos cercanos, amigos de confianza, hermanos. (Constituciones, 4, 42)



Dondequiera que vayamos como educadores en la fe, vamos precisamente como comunidad. Viviendo en medio de aquellos a los que servimos, compartiendo con ellos nuestra vida comunitaria y extendiendo nuestra familia hacia ellos, esperamos ayudarles en “sus esfuerzos por formar comunidades del reino venidero”

(Constituciones 2,12).