Domingo de Ramos

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Se escuchan los gritos, los himnos y el tumulto con el cual reciben al Señor Jesús, al Rey, al Señor. Agitando sus ramas, extendiendo en el suelo sus túnicas, es como recibe el pueblo al Rey, lo aclaman rey del pueblo de Israel, palmas de ramas verdes y túnicas, que simbolizan la victoria y el triunfo, es así como le rinden su homenaje.

Sin embargo, Jesús a la manera en que entra al pueblo, montado sobre un burro, el animal de carga y no es casual ni coincidencia que, en medio del entusiasmo superficial y ruidoso, brilla la silenciosa figura de este animalito noble que, fiel y obediente, lleva al Señor. «Un burrito fue el trono de Jesús en la entrada a Jerusalén. En mi vida ¿Estará presente un trono semejante para el Señor?, ¿Podré llevar a Jesús en mi corazón como el Rey de mi vida, de mi historia y mi realidad?, ¿Cómo reconozco al Señor en el caminar diario?, ¿Qué homenaje le rindo al Señor, al Rey? Reconozcamos al Señor, al Rey, al Mesías presente en nuestra vida, aclamémoslo y démosle el homenaje que le corresponde.

R. P. J. ARMANDO MORALES TREJO CSC

El Domingo de Ramos nos brinda una oportunidad invaluable para reflexionar sobre el contraste entre la gloria terrenal y la humildad divina. En este día, recordamos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, aclamado por multitudes que agitaban ramas de palma y lo recibían como rey. Sin embargo, esta misma semana, esas mismas voces se volverían en su contra, clamando por su crucifixión.

Esta dualidad nos invita a considerar nuestras propias actitudes y expectativas. ¿Cuántas veces buscamos la satisfacción inmediata, el reconocimiento temporal, solo para ser defraudados por la fugacidad de tales logros? Jesús, en su humildad, nos muestra un camino diferente: el camino de la entrega desinteresada, la compasión y el servicio.

Al agitar nuestras palmas en este Domingo de Ramos, recordemos que más allá del simbolismo de la entrada triunfal, hay un llamado más profundo a seguir los pasos de Jesús en su camino hacia la cruz. Que este día nos inspire a abrazar la humildad, a renunciar a la vanidad, y a encontrar la verdadera gloria en el servicio amoroso a los demás.

Que nuestras palmas no solo sean símbolos pasajeros de celebración, sino también un recordatorio constante de nuestro compromiso con seguir a Cristo, incluso cuando el camino se vuelva difícil y empinado. Que en este Domingo de Ramos renovemos nuestro compromiso de caminar junto a Él, con humildad y amor, hacia la plenitud de la vida que nos ofrece.